Personas que han venido

miércoles, 30 de diciembre de 2015

El mejor cazador

El cazador aguardaba en silencio, oculto detrás de un árbol a varios metros de distancia. Su presa era inteligente, evidentemente huiría ante el más sutil movimiento. Sabía que debía ser más veloz y anticipar su reacción.
Sus reflejos e intuición le habían permitido cazar desde conejos y liebres hasta alces y ciervos. Sus colegas lo admiraban aunque muchos otros lo despreciaban. El método que utilizaba no era el más humano ni entre los mismos cazadores. Sin embargo, los trofeos y reconocimientos que había recibido, lo volvieron indiferente ante esa minoría que se quejaba por los derechos de los animales. En sus dos recientes expediciones consiguió presas mucho más difíciles. El deseo de matar y el orgullo por saberse el mejor cazador lo motivaban a acechar a una presa más lista y más desafiante, en cada viaje el cazador perdía un poco de sí mismo por conseguir su nuevo trofeo. La soberbia, la arrogancia y la crueldad se habían alojado en su corazón desplazando su humanidad. En la actual búsqueda por su presa, avanzó matando por diversión a conejos, liebres, alces y ciervos. Sonreía con malicia con cada animal que caía por una de sus flechas, podía usar rifles como los demás cazadores pero prefería el arco, adoraba presenciar la lenta agonía de sus víctimas o provocar la muerte rápida de las mismas con su cuchillo KA-BAR, fiel cómplice desde sus días como soldado. Si por alguna razón perdía el cuchillo, estaba preparado, un enorme guante cubría su mano derecha. Estaba hecho de una de las patas de su último trofeo, un oso.
"Eres nuestra única opción antes de llamar al ejército para detenerlo", dos oficiales  y un hombre con muchas cicatrices en el rostro conversaban frente a la cabaña. "Los ayudare. Conozco a esta persona. Su obsesión lo llevo demasiado lejos. No puedo creer que haya matado a otro cazador". "No olvides a Ben, nuestro compañero". El cazador sonrió recordando aquel evento: Había seguido a aquel oso por más de dos semanas y un cazador novato estaba a punto de "robarle" su premio. No fue difícil, solo tuvo que imaginar que era una de sus presas, contuvo su respiración y dejó volar su flecha. La saeta se clavó con facilidad en el pecho del joven cazador, segundos después otra atravesó su garganta. Ahora, con toda tranquilidad, podía arrancarle la vida a su trofeo. Tiempo después, la investigación llevó a un oficial a su casa para preguntar sobre el asesinato. Obviamente era el, nadie más usaba flechas por esos rumbos. Sin titubear, le cortó la garganta con su arma secundaria, huyó al bosque para estar en su "hábitat natural".
En esta ocasión, el máximo desafío estaba frente a él, su mentor, la persona que le enseño todo lo que debía saber para ser un buen cazador se había convertido en su nuevo objetivo. Sabía que debía ser más veloz y anticipar su reacción. Había dos obstáculos, los eliminaría primero, tal como lo hizo con las criaturas en el camino. Sin ningún miramiento disparo las primeras dos flechas al mismo tiempo, ambos oficiales cayeron con saetas en su frente. El viejo cazador reaccionó de inmediato, tomó uno de los troncos junto a la cabaña para defenderse de cualquier flecha. El cruel cazador estaba consciente que las flechas no serían suficientes para reclamar su nuevo trofeo. Salió de su escondite y corrió hacia el disparando flechas a medida que avanzaba. Ninguna de ellas dio en el blanco. Su mentor las desvío y otras se clavaron en el tronco. El combate cuerpo a cuerpo fue la última opción. El cruel cazador usaba hábilmente su cuchillo, su mentor jamás salía de su casa sin el suyo. "Te enseñe bien...", ambos se habían cortado el uno al otro en varias ocasiones, nada serio. La garra de oso había rasgado la ropa, el pecho y los brazos del viejo cazador. "Pero definitivamente esto no te lo enseñe yo", dijo señalando a los dos oficiales. "Sólo quiero ser el mejor y para ser el mejor, tienes que vencer al mejor". Se abalanzaron uno contra el otro sujetándose las muñecas mutuamente para evitar cualquier golpe o corte del cuchillo. El viejo cazador azotó la mano del otro contra la pared de la cabaña en un intento por desarmarlo. La garra del oso que usaba como guante evitó que el cruel cazador sintiera los impactos. Frustrado, el viejo cazador comenzaba a perder fuerzas. Aprovechando la situación, su pupilo se aventó sobre el, cayeron juntos al suelo pero ninguno de los dos se soltó. Después de girar varias veces logró posicionarse sobre su maestro. Y comenzó a azotarlo contra el suelo, después de varios golpes en la nuca perdió el conocimiento. Sabiéndose vencedor, se puso de pie, tomó su arco y le disparó dos flechas al pecho. Recogió su KA-BAR y degolló a su maestro con toda naturalidad. Por fin había reclamado su premio, era el mejor cazador. Se internó en el bosque para perderse en la búsqueda de una presa mejor. Dejo tras de sí tres cadáveres, uno de ellos sin cabeza. Un líquido carmesí lo seguía, como si quisiera delatarlo en silencio, era la sangre que goteaba de su trofeo.