Personas que han venido

lunes, 11 de enero de 2016

Capíitulo 8 Sentimientos que corrompen (fragmento)

La joven estaba maravillada por la hermosa vista frente a sus ojos, alzó la mirada y el cielo estrellado la llenó de una alegría inexplicable. Sonrió, era una habitación especial en el palacio de los Tasapristo.
* Con esta vista podría jurar que salimos del palacio – le dijo a su acompañante.
* Lo se, es hermosa. Me encanta venir a aquí y perderme en la vastedad de esta habitación por horas – la pelirroja se sentó en el suelo. Sabrina se sobresaltó al mirar abajo -. Tranquila, no pasa nada – agregó al ver su reacción.
* No hay piso – bisbiseó con nerviosismo, la oscuridad y las estrellas cubrían cada rincón de ese lugar, incluido el suelo.
* ¿No es hermoso? – la pelirroja seguía tranquila. Sabrina tenia las manos extendidas, como buscando a tientas de qué agarrarse. Lentamente se sentó junto a Siivnepi quien reía discretamente -. Es por eso que esta habitación es el primer paso en tu entrenamiento.
* ¿Por qué?
* Jumaisjo cree que debemos estar solos por algún tiempo para poder aprender a confiar en nosotros mismos y estar en paz. En un ambiente así, lo único que puedes hacer es tranquilizarte, pensar y meditar – Siivnepi se recostó, Sabrina aun no daba crédito a la calma con la que la pelirroja se movía. Daba la impresión que estaban flotando en el espacio exterior. Ni siquiera se veía la puerta por la que entraron -. Así que esa es tu primera tarea, aprender a confiar en ti misma y en que tú y solo tú eres lo que necesitas para estar en paz, para ser feliz…
* Siiv, necesito que vengas, Kassive esta convocando a todos – una voz femenina la interrumpió, el sonido se escuchó por toda la habitación sin provenir de ningún lugar.
* De acuerdo, ¿Qué hay de…?
* Isa dijo que debe completar ese entrenamiento primero.
* Muy bien, gracias, Kokoondi – Siivnepi se puso de pie, Sabrina no se movió, su rostro mostraba confusión. La pelirroja le sonrió -. Eso que escuchaste lo conocemos como “linsiiran”, es la forma en que nos comunicamos sin estar cerca.
* Vaya.
* Es una habilidad que depende del voitahtio, entre mas voitahtio se tenga, mas lejos puede llegar tu linsiiran.
* Entiendo.
* Ya escuchaste, debo irme. Aquí estarás hasta que puedas salir. Eso dependerá de ti.
* De acuerdo – Siivnepi se despidió asintiendo con la cabeza, Sabrina la imitó -. Gracias, por ser tan amable conmigo y por tu atención.
* No agradezcas, es un placer, además de que me emociona mucho ayudarte en tu entrenamiento – entusiasmo comenzó a emanar por montones en la voz de la pelirroja -. Apenas termine yo el mío y es un honor ser elegida para ayudarte con el tuyo.
* Sí, me doy cuenta, igualmente, muchas gracias. Ahora ve antes de que Ko…
* Kokoondi – completo Siiv.
* Ella, te vuelva a hablar.
* Tienes razón – se dio la media vuelta y después de unos pasos se giró para ver a Sabrina -. Me gusta mucho platicar contigo.
* A mi también, Siiv.
* Bueno, ahora si me voy – se alejó varios pasos y después se desvaneció ante la vista perpleja de Sabrina.
“Vaya, se ve tan sencillo, ojala consiga salir de aquí pronto”, se recostó y comenzó con su meditación.

Capítulo 7 Descubre la luz de la verdad (fragmento)

La frustración por sentirse inútil carcomía su determinación, quería ayudarla pero el recuerdo de lo ocurrido con Sabrina lo paralizó. “Ella es real, no podré, con Sabri… no pude…”, la tristeza por la perdida y la rabia por la incapacidad de salvar a su “princesa” emergieron en su voz entrecortada y en sus ojos llorosos. “Ni siquiera lo has intentado”, repitió una voz familiar en su memoria. Su mente revitalizó su determinación con estas palabras. De inmediato se arrodilló junto a la joven e inclinó su cabeza ladeándola para escuchar su corazón, sus latidos eran débiles. Se incorporó de nuevo y colocó su mano izquierda sobre la frente de la muchacha y la mano derecha sobre el pecho donde se ubica el corazón. Respiro hondo, su mano izquierda se iluminó y la mano derecha continuó con el proceso. Su característico fulgor verde resplandecía sobre la frente y el pecho de la muchacha. “Vamos, vamos, vamos…”, repetía con convicción intensificando el brillo. Estaba decidido a provocar una reacción en el cuerpo de la joven con el calor de su luz. De pronto, un sonoro suspiro lo hizo voltear interrumpiendo su reanimación. La muchacha, sin abrir los ojos, comenzó a manotear y a gritar con desesperación.
* Tranquila… calma… estas a salvo – dijo Dante modulando su voz en su intento por relajarla.
“No puede oírme”, se dijo en voz baja. Iluminó de nuevo sus manos y la cubrió con la luz verde esperando que el calor la calmara. La joven dejo de manotear y se aventuró a abrir los ojos. Dante disminuyó gradualmente la intensidad del resplandor. Al verla tranquila, sonrió, sorpresivamente ella sonrió también. La muchacha lo miró fijamente a los ojos, él fijó la mirada en los de ella.
* ¿Puedes verme? – preguntó Dante, la joven asintió - ¿Cómo es posible? – ella solo se encogió de hombros sin levantar su cabeza del piso - ¿Estas bien? ¿Puedes ponerte de pie? – asintió de nuevo.
Estaba hipnotizada con su mirada, tal vez por la forma en que se dieron las cosas, por ser la primera persona que vio después de pensar que moriría o porque fue el salvador que tanto anhelaba antes de cerrar los ojos. Dante no sabía qué hacer, pudo salvarla pero el cuerpo inmóvil junto a ellos lo mantenía alerta. “No creo que eso haya sido suficiente”, se puso de pie y ofreció su mano a la joven para ayudarla.
* No puedo… no puedo levantarme – dijo asustada, intentaba incorporarse pero su cuerpo no le respondía.
* Debemos alejarnos antes de que despierte – sugirió el muchacho señalando el cuerpo de la persona que atacó a la joven.
La muchacha giró la cabeza y soltó un grito por la sorpresa de ver tan cerca a su atacante. Dante se inclinó para ayudarla a levantarse. Pasó el brazo derecho de la muchacha por encima de su cuello para que se apoyara en él. Un tenue brillo blanco en el pecho de la joven llamó su atención. La muchacha frunció el ceño, Dante señaló el brillo antes de que le pudiera reclamar por el vistazo a su busto.
* ¿Qué es esto? – la joven puso su mano en la luz y tomó algo entre sus dedos - ¿Es un cordón?
* Eso parece…
* Es el “liihtkki” – intervino una voz familiar -, une al runkastra con el “runksaan”.
* Tú de nuevo.
* Te dije que te alcanzaría en cuanto me deshiciera de ellos.
* Sí, lo recuerdo – Dante no estaba muy conforme con el desconocido pero estaba dispuesto a aceptar cualquier ayuda.
* ¿Quién es él? – le preguntó la joven en un susurro.
* Es…
* Mi nombre es Miekturi, hermosa doncella – completó el desconocido haciendo una reverencia. La joven sonrió e inclinó la cabeza en respuesta - ¿Qué querías hacer? No podrás llevarla muy lejos mientras esté unida por el “liihtkki” – explicó el nuevo amigo.
* Debo alejarla de aquí, Typkurista estaba atacándola – alegó Dante, Miekturi se acercó al cuerpo para investigar, ambos jóvenes lo siguieron con la mirada. La muchacha se alteró por ver su propio cuerpo junto a ellos. Abrió exageradamente los ojos en señal de asombro.
* Lo poseyó para no perder… - interrumpió su pensamiento en voz alta y se inclinó para ver mejor - Eso no la esperaba.
* ¿Poseyó? – cuestionó la joven con un exagerado tono de alarma en su voz – ¿Qué esta pasando? ¿Qué cosa es eso?
* Es un demhuus y uno muy poderoso…
* ¿Podríamos dejar las preguntas para después? – interrumpió Dante desesperado, no quería tener que lidiar con Typkurista mientras la joven estuviera con ellos – ¿Qué puedo hacer para ponerla a salvo? – la muchacha lo vio con ternura “No me conoce, ¿Por qué está tan preocupado por ayudarme?”, se preguntó.
* Typkurista no esta aquí, algo interrumpió su conexión – aclaró Miekturi poniéndose de pie.
* Esas son buenas noticias, ¿no? – indagó Dante, la joven solo escuchaba en silencio, entendía muy poco de lo que hablaban y no quería ser “una carga mas grande” al pedir explicaciones.
* Son buenas noticias porque ya no esta aquí, pero son malas también porque no sabemos dónde esta y hay otro problema…
* ¿Cuál? – Miekturi señaló al final del callejón, los muodortti comenzaban a apilarse para fusionarse y atacar – Pensé que habías dicho que te deshiciste de ellos.
* Y yo pensé que te había dicho que nunca se acaban – replicó el amigo sacando su kakiem – Quédate con ella…
* ¿Necesitas ayuda?
* Descuida, será muy sencillo acabar con ellos. Si quieres ponerla a salvo, ayúdala a regresar a Massaan.
* ¿Cómo hago eso?
* De la misma forma que la despertaste y recordándole su vínculo con Massaan – respondió alzando la voz mientras se alejaba de ellos.
Los muodortti formaron tres hormigas y dos caballos, el angosto callejón les impedía que atacaran todos a la vez. Miekturi conocía esa ventaja y la utilizó a su favor. Haciendo uso de su habilidad con la Zweihander comenzó a atacar a las criaturas cortando sus extremidades. Dante y la joven veían a lo lejos, a salvo por la distancia y protegidos por el nuevo amigo. Dante la volvió a acostar con delicadeza, se miraron fijamente por unos segundos. De pronto la tenue luz en su pecho cambió a un color amarillo y se disipó al unirse ambos cuerpos de la joven.

Capítulo 6 Bienvenido a Sollastra (fragmento)

Danaí aceptó, se armó de valor y sacó su “lámpara”. La repentina iluminación causó que los dos entrecerraran un poco los ojos, se sonrieron. Ella iluminó los escalones para subir, la luz reveló una silueta al final de las escaleras que los paralizó, Danaí gritó de nuevo, comenzó a temblar, William solo respiraba rápidamente para canalizar la adrenalina. No pudieron ver con claridad qué era, se alejó lentamente. Ella no se atrevió a seguir con la luz a la silueta. “¿Dani?”, preguntó apenas en un susurro. William había dejado su arma en la patrulla, jamás imaginó que algo así pasaría. No quiso incomodar trayendo eso consigo dentro de la casa. “Olvidé las cosas tan extrañas que han pasado”, se reclamó en su pensamiento. “Vamos”, le susurró a Danaí para mostrar fortaleza e intentar calmarla. Terminaron de subir, ella iba a espaldas de él iluminando por encima de su hombro izquierdo, la luz temblaba al ritmo de su mano. “¿Dónde esta tu hermano?”, “ahí”, respondió señalando a la derecha hacia la habitación al fondo del pasillo. Avanzaron con cautela, entraron en la habitación. Dante no estaba en la cama. William analizó en su mente: “pasamos una puerta y estaba cerrada, ahí no podía estar, la habitación al otro extremo del pasillo también
estaba cerrada, no escuchamos ninguna puerta cerrarse así que tampoco puede estar ahí, debe estar en esta habitación”. Danaí iluminaba en todas direcciones. Su hermano no estaba, tampoco ninguna silueta. “Aquí”, se escuchó un susurro, la joven gritó e iluminó en dirección a la voz. Dante estaba acostado boca abajo en el suelo, casi debajo de la cama.
* ¡Dani! – exclamó ella , William la detuvo detrás de él para evitar que fuera a ayudarlo, algo le parecía sospechoso - ¿Qué pasa? Ahí esta…
* Algo no esta bien – estaban a dos pasos de la cama, se veía claramente que era su hermano pero permanecía inmóvil.
* Reconozco tu voz – dijo Dante.
* ¿Quién eres? – cuestionó el oficial, Danaí permanecía detrás de él, confundida.
* Sí, esa fue la pregunta – agregó el joven inmóvil ignorando la interrogante. William recordó, esa misma pregunta se la hizo a… -. ¿Ya recordaste? – indagó el joven. Con movimientos torpes intentaba ponerse de pie, dieron unos pasos hacia atrás para alejarse.
* ¿Cómo es posible?
* No es Dante, ¿verdad? – cuestionó Danaí con un susurro al oído del oficial.
* Creo que no. Tampoco estoy seguro de quién es – respondió William sin dejar de observar al joven. Estaba a la expectativa, podía ser la criatura que lo atacó en el lago o…
* No pudiste reclamar tu recompensa aquella vez, ¿cierto? – un súbito escalofrío recorrió su cuerpo, William necesitaba su arma desesperadamente. El muchacho ya estaba de pie, se dejó caer en la cama y se sentó. Danaí lo iluminaba por completo. Dante sonrió – Tranquilos, lamento haberlos asustado – agregó. Su disculpa alivió un poco la tensión.
* Sigues sin responder a mi pregunta, ¿quién eres? – replicó el oficial con firmeza.
* Jamás te dije mi nombre pero si te sirve de algo, corrimos juntos hace poco – la respuesta lo tranquilizó.
Incluso Danaí se relajó, tenia la noción de quién era por lo que le platicó William sobre su evento sobrenatural.
* ¿Cómo es posible? ¿Ella esta…? – indagó la joven perpleja - ¿Dónde está Dante? – cuestionó con molestia.
* Tú debes ser su hermana – respondió el joven, su voz comenzaba a cambiar, un timbre femenino comenzaba a filtrarse.
* Sí, yo soy su hermana – alegó con firmeza -. ¡Contesta la pregunta! ¡¿Quién eres?! – insistió Danaí alzando la voz dejando escapar su desesperación.
* También soy su hermana.

Capítulo 5 El despertar del Heroe Anonimo (fragmento)

Él se puso de pie para mostrarle su determinación. El eclipse estaba en su punto máximo, se escuchó un golpe metálico y las cadenas que sujetaban al ente cayeron frente a ellos. La criatura soltó una carcajada y se abalanzó sobre el Dante inconsciente. Lo levantó impetuosamente de las piernas provocando que su cabeza golpeara el suelo. Dante sintió el golpe en la nuca, perdió el equilibrio y se arrodilló. Sabrina de inmediato intentó sujetarlo pero su reacción no
fue suficientemente rápida. Aun así no se rindió y saltó para alcanzar a agarrarlo de las muñecas. La voz inhumana solo reía. Las criaturas deformes del interior de la casa comenzaron a salir para ayudar a la sombra. Algunas se abalanzaron sobre Dante y otras contra Sabrina para tirarla. Ella seguía sin soltar al Dante inconsciente, algunas la agarraron de sus piernas. La sombra levantó a Dante aun mas, elevándolos casi medio metro. La joven rehusaba a soltarse, lo tenia sujetado con todas sus fuerzas, sus uñas comenzaron a rasgar la piel de Dante, ella jaloneaba ayudándose con su peso.
* ¡Ya basta! – gritó Dante acompañado de un destello de luz verde parecido a una explosión. Las criaturas que tenia encima salieron volando en todas direcciones - ¡Suelta mi cuerpo! – ordeno el joven apuntando la palma de su mano hacia el espectro.
* ¿Seguro? Sera un placer – respondió dejando caer el cuerpo. Sabrina cayó primero lastimándose el tobillo izquierdo y el Dante inconsciente cayó sobre ella.

Dante disparo un halo de luz hacia la criatura, lo esquivó y se dirigió hacia él a toda velocidad. El joven disparaba sin conseguir darle a su objetivo. La criatura se detuvo frente a el.
* ¿Qué harás ahora? – preguntó con tono irónico sujetándole la mano lejos de su rostro. Otra criatura estaba detrás de Dante, sin darle tiempo a reaccionar lo agarro por la espalda -. No eres necesario, Muodistaja.
* No estaba seguro de que salieras bien librado de esto, Typkurista. Acaba ya de una vez antes de que termine la oscuridad – dijo la otra voz inhumana.
* Claro, solo estaba disfrutando el momento – dijo el espectro frente a ellos -. Gracias por los engendros.

Caminaba hacia Sabrina, estaba rodeada por las criaturas deformes. Al ver a la criatura acercarse, comenzó a gritar de terror. Typkurista solo sonreía, la joven no podía moverse, el pánico la tenía paralizada. El
ente se arrodilló sobre su cintura y comenzó a estrangularla. La azoto contra el suelo y acercó su boca a la de ella para succionar su aliento.
Dante forcejeaba, solo podía observar en silencio, el otro engendro parecía tener más de dos brazos. Con dos lo sujetaba por la espalda y con una mano le cubría la boca. “¡No, no puede ser! ¿Por eso borre este episodio de mi mente? ¿Habrá sido la respuesta de mi mente a este horroroso acontecimiento? ¿Por qué lo estoy reviviendo? ¿No puedo salvarla?”, la ola de preguntas arremetía en su pensamiento. “Cuando te dije que tienes las armas que necesitas es porque en verdad las tienes”, el recuerdo de Tadei le llegó de golpe atravesando la ola de inseguridades. “Solo yo puedo limitarme y no lo permitiré”, pensó con determinación. Dio un paso hacia atrás y se agacho para intentar librarse de su captor. Sospechaba que eso no funcionaria pero aprovecho el movimiento para causar otra explosión de luz. El ente lo soltó de inmediato. La luz que emitía les provocaba dolorosas quemaduras en la piel aunque se curaban casi instantáneamente le permitía actuar en consecuencia. El destello causo que su captor quedara tendido en el suelo retorciéndose de dolor. Typkurista aún no se percataba de lo sucedido, continuaba con su ritual de absorción. Dante corrió a toda velocidad fortaleciendo su fulgor. Valiéndose de la fuerza que llevaba asestó un descomunal golpe en la cabeza del engendro, provocando que cayera a unos metros de ellos. El rostro y la cabeza le ardían en llamas y se retorcía de dolor. Dante aprovechó para revisar a Sabrina. Una pequeña chispa color violeta flotaba cerca de su boca para después volver a ella.
* Sabri, ¡Sabrina! – se arrodilló junto a ella y la sentó – Por favor abre los ojos – acariciaba sus heladas mejillas sin obtener respuesta -. No te vayas, no me dejes…
* Eres un… - la voz de Muodistaja fue silenciada por Tadei cortándole uno de sus brazos. El ente emitió un grito y desplegó sus alas para huir.
* Dos contra uno no es justo – dijo Tadei agitando la espada tipo Gladius para sacudir la sangre negra del engendro -. Me asombras, mi estimado, no me imagine así tu despertar.

Capítulo 4 Entra en la oscuridad (fragmento)

El joven no sabía qué hacer, qué decir, cómo reaccionar. Su tan añorada despedida no fue lo que esperaba. Quizás sí lo fue, pero esperaba poder cambiar algo: irse con ella o que ella volviera con él. Ninguna de las dos opciones eran posibles por eso su repentina decepción. Sin más qué hacer, Dante inclinó la mirada y se arrodilló. Cerró los ojos y golpeó el suelo quedándose en esa posición por varios segundos. La oscuridad consumió el pequeño oasis de luz. El joven no se había percatado de lo sucedido, seguía con los ojos cerrados. El frío y oscuro manto lo cubrió. Los vellos de su piel se erizaron por un escalofrío. Abrió sus ojos pero no hubo diferencia alguna, seguía sin poder ver nada. Se incorporó y sin ponerse de pie vio en todas direcciones. Nada. Ni una sola luz, ni ningún brillo, una completa oscuridad hasta donde su vista alcanzaba a distinguir. Su mente comenzaba a ser molestada por una inexplicable ansiedad. Alzó sus manos frente a él en su intento por distinguir algo en esa inquietante ausencia de luz. Nada, ni siquiera podía ver sus propias manos. Arrodillado, volteo su mirada hacia donde debería estar el cielo, buscando su último refugio, aquellos blancos y en ocasiones parpadeantes destellos de luz, las estrellas. El insaciable manto de oscuridad había aniquilado toda luz esperanzadora capaz de brindarle consuelo en esta triste y desalentadora despedida. Cerró los ojos de nuevo y puso su mente en blanco. Privándose de todo pensamiento y posible sensación capaces de recordarle que aún estaba vivo. El frío y la ansiedad habían abandonado su cuerpo. El único huésped en su mente era el recuerdo de su amada “princesa”. Deseaba que la última imagen que pudiera contemplar fuera la de su lindo rostro. Aquella dulce sonrisa delineada por sus rosados labios, la tierna mirada protagonizada por sus adorables ojos cafés, la suave y tersa piel de sus mejillas, segundo mejor lugar donde sus besos
triunfantes podían morir y su danzante cabello al compás del viento jugueteando con sus delicadas orejas y su frente. No hubo necesidad de ninguna iluminación, la pequeña fiesta de recuerdos lo ayudó a tranquilizarse, incluso lo empapó con un poco de alegría.
“La vista es hermosa”, escuchó, la voz era inconfundible. De inmediato abrió los ojos. El escenario había cambiado por completo. La oscuridad cedió un poco ante la luz de la luna, a lo lejos, frente a él, una pareja.
“Si, que lo es”, a pesar de estar a varios metros de ellos podía escuchar la conversación. Tardó unos segundos en reconocer el lugar: el lago, lo extraño era que…
“Basta, haces que me sonroje”, dijo la muchacha. Se acercó lentamente para poder distinguir a la joven pareja. Las voces le parecían muy familiares al igual que los diálogos. Se detuvo de golpe al darse cuenta que estaba caminando sobre el lago. “¿Qué está pasando?”, se preguntó. Todo aquello le parecía imposible. ¿Cómo podía verse a sí mismo, caminar sobre el agua, estar en ese lugar, en ese momento? Estas dudas comenzaron a apuñalar la frágil tranquilidad que había logrado conseguir. “Debo estar soñando” pensó en su intento por darle una explicación a todo.
“Si te molesta que lo haga, ya no lo haré”, escuchó la voz del joven. “Claro que no me molesta, me encanta”, dijo la muchacha. Ya no era necesario divagar, eran él y Sabrina aquella noche frente al lago. “¿Cómo es posible? ¿Qué clase juego mental es esto?”, sus recientes preguntas se unieron a las anteriores y por fin lograron asesinar su momentánea paz. Sin nada que pudiera calmarlo, sucumbió ante la desesperación y se desmoronó en llanto. Al mismo tiempo comenzó a hundirse en el lago hasta que las olas golpeaban con furia su rostro. El agua helada le impedía moverse o tal vez era su ausencia de determinación la que había paralizado su cuerpo.

Capítulo 3 Por algo pasan las cosas (fragmento)

La luz gris que tímidamente se filtraba por las nubes daba un aire tétrico al ambiente. Un viento helado acariciaba violentamente sus mejillas a medida que William se acercaba a la singular y enigmática vivienda abandonada. Como si la misma casa soplara cada vez más fuerte para evitar que desenmarañara sus secretos. “Demasiada coincidencia”, musitó el oficial al escuchar que las ramas de los arboles comenzaban a crujir debido al movimiento involuntario que aquella agresiva brisa comenzó a provocarles. “Parece que el viento fuera provocado por este lugar”, pensó William. Al fin logró salir de la maleza, la imagen que vio lo dejo helado y paralizado por varios segundos. Inmediatamente puso su mano derecha en la funda de su arma para desabotonarla. Comenzó a avanzar sigilosamente. Una oscura figura estaba cerca de la orilla del lago, agachada, como si estuviera recogiendo algo del agua o solo viendo su reflejo. William no sabía que pensar. Una tormenta de posibles respuestas bombardeaba la única pregunta en su mente: “¿Quién es?” Una extraña sensación de incomodidad y desesperación comenzaba a invadirlo a cada paso que daba. Tal vez la inverosímil declaración que leyó comenzó a hacer mella en su tranquilidad. Las pequeñas y lisas rocas de la orilla del lago lo delataban con cada pisada que daba. “¿Por qué no puedo acercarme? ¿Por qué parece que entre más camino, más se aleja? ¡Eso no puede ser! Ni siquiera se ha movido de ahí”. De pronto se detuvo, comenzó a llover. Las heladas gotas con la ayuda del viento le aguijoneaban el rostro. Comenzó a hacérsele difícil ver. Con mucho esfuerzo mantenía los ojos abiertos para seguir observando a aquella sombría figura. El oficial estaba a una distancia segura, al parecer aquel ser aún no se percataba de su presencia pues continuaba inmóvil, mirando el agua. De pronto un fuerte sonido lo hizo sobresaltarse provocando que diera un paso hacia atrás y se resbalara por las rocas mojadas. El sonido provenía de dentro de la casa. Como si la puerta a espaldas de él fuera la fuente de aquel sonido. “¿Tambores? ¿Los tambores que se describían en la declaración?”, las percusiones se hacían cada vez más fuertes. Volteo hacia la puerta para encontrar explicación de aquel suceso. Nada fuera de lo común, una puerta de madera podrida que daba la impresión de sucumbir ante el fuerte viento que ahora soplaba. Su sorpresa fue mayor al volver la mirada hacia el lago para buscar a la siniestra figura, “¡ya no está!”. Miró en todas direcciones sin ningún resultado. No había lugar alguno al que haya podido huir para esconderse. El único sitio era… el acto de pensar en el lugar le provocó un escalofrío que le recorrió la espalda. ¿El recuerdo del suceso descrito en la declaración lo había sugestionado? “Un cuerpo más”, se escuchó un susurro detrás de él, las percusiones de los tambores arreciaron. Lentamente volvió la mirada hacia atrás, estar en el suelo por la reciente caída lo tenía en desventaja. Miedo, desesperación y un sentimiento de debilidad lo consumían. Los pocos segundos parecían una eternidad mientras volteaba. Un rostro pálido con ojos oscuros se asomaba por la puerta. “¡Un cuerpo más!”, repitió alargando la última silaba dejando ver lo oscuro de su interior a través de su boca. William, instintivamente, ladeo su cuerpo hacia el lado izquierdo para alejarse de aquella aterradora figura. Giró un par de veces más y, haciendo uso de su habilidad, desenfundó su arma al mismo tiempo para terminar posicionado en un pie y sobre una de sus rodillas apuntando con su arma hacia la puerta. La puerta de nuevo estaba cerrada. Todo en silencio, los únicos enemigos de la calma eran el sonido del viento y la lluvia. Ni siquiera los tambores se escuchaban. Se puso de pie y avanzó hacia la puerta, armándose de valor a cada paso que daba para enfrentar ese espeluznante suceso. Repentinamente la puerta se abrió y la oscura figura se abalanzó hacia él. William reaccionó dejándose caer hacia atrás al mismo tiempo que disparo tres veces. No ocurrió lo que esperaba, las balas atravesaron sin ningún daño y la espantosa figura lo aventó haciéndolo caer violentamente. El inesperado golpe provocó que su arma resbalara de sus manos. La siniestra figura estaba sobre William sujetándolo de los hombros contra el piso. El oficial forcejeaba para librarse, trataba de empujar a aquel ser pero era intangible. Sentía que sus golpes y empujones lo atravesaban. Por el contrario, la fuerza inhumana con la que la criatura lo apretaba de los hombros comenzaba a causarle daño. Podía sentir que los dedos de aquella cosa le comenzaban a atravesar la piel. Dejó de intentar golpear o empujar y se concentró en alcanzar su arma. “Tal vez sea como las arenas movedizas”, pensó en un breve momento de lucidez.
-  Eso… así… cede poco a poco – le susurró la criatura al oído.

Capitulo 2 Como el ave fenix (fragmento)

Los pasos apresurados de la muchacha hacían eco en el solitario y silencioso pasillo. Se detuvo, su mirada y el letrero “Habitación 101” se volvieron a encarar. Levantó lentamente su mano izquierda para empujar la puerta. El extraño sentimiento que le provocó esa reacción se había esfumado, por eso estaba inmóvil, indecisa. El oficial se detuvo detrás de ella. De nuevo la sensación tomó control de su cuerpo y empujo la puerta con fuerza. Sus sospechas estaban bien fundadas, ese extraño
sentimiento estaba en lo correcto. El médico y dos enfermeras lo auxiliaban en su intento por reanimar al muchacho. El monitor cardiaco confirmaba, con su “chillido” constante, lo que Danai más temía: su hermano estaba muriendo. La muchacha, perpleja, observaba inmóvil la terrible escena. Su corazón y su mente querían hacer algo pero su cuerpo se rehusaba a obedecer. Una de las enfermeras intentó sacarla, aunque había gritos mezclados diciendo “salga, no puede estar aquí” y “sáquenla, por favor”, Danai solo podía escuchar el latido de su propio corazón y el molesto sonido del monitor cardiaco. La enfermera la tenía sujetada de frente intentando hacerla retroceder hacia la puerta. Danai, sin esfuerzo alguno, permanecía inerte. La conexión entre su cuerpo y su mente comenzaba funcionar de nuevo. Con un movimiento tomó por sorpresa a la enfermera y pudo liberarse por un instante. Tiempo suficiente para correr al lado de su hermano y tomarlo de la mano. Sus hermosos ojos por fin dieron paso a las lágrimas para que se unieran a la ola de sensaciones que la ahogaba. Inexplicablemente la enfermera no podía apartarla de su hermano. El doctor le pidió a la segunda enfermera que le ayudara. La fuerza conjunta de las enfermeras comenzó a menguar la determinación y las fuerzas de Danai. “¡Dani! ¡Abre los ojos!”, gritó Danai desesperada al ver que el médico comenzaba a abandonar su labor de reanimación. Las enfermeras difícilmente lograron separarla de su hermano. Los sollozos de Danai, las voces de las enfermeras y las indicaciones del médico fueron silenciados por un leve “grito” del monitor cardiaco. Un segundo sonido los hizo voltear, el monitor comenzó una danza rítmica de sonidos. Por fin la calma venció a la desesperación. El médico hizo una señal y las enfermeras soltaron a la joven. Sin perder tiempo corrió de nuevo al lado de su hermano. Le tomó una vez más la mano derecha y la acarició con sus mejillas las cuales estaban un poco húmedas por los rastros de las lágrimas que murieron en ellas hace unos minutos. El médico les dio indicaciones a las enfermeras y ambas se retiraron. El joven oficial seguía bajo el marco de la puerta, testigo silencioso de todo lo sucedido.

Capitulo 1 El final (fragmento)

"No dependas de nadie en este mundo, porque hasta tu sombra te abandona cuando estás en la oscuridad"... Ese pensamiento revoloteaba sobre la cabeza de la delgada muchacha. Sumida en su depresión, estas palabras eran las amargas gotas que derramaban el vaso de la cordura. Débil, por su continuo ayuno desde hace días, caminaba tambaleante hacia la ventana de su cuarto. La oscuridad parecía un pesado manto que le impedía acercarse a su única salida, su única salvación, su luz al final del túnel. Después de un mortal esfuerzo, pues su cuerpo no podía ni su propio peso, logró llegar a la ventana, la abrió. Era lo suficientemente grande como para escapar cómodamente. Levantó su pie para ponerlo sobre el borde. No había protección en la ventana, así sería más fácil saltar. Saltar al vacío, al olvido, a la perdición, a un final que, aunque no sería el esperado o el más feliz, sería el anhelado para acabar con su sufrimiento. Con los dos pies en el borde, implorando a su fuerza y valor no la abandonaran en ese momento, la muchacha cerró los ojos, se soltó, estiró el pie derecho y...
El silencio murió antes de que ella pudiera saltar pues se escuchó una grave y agradable voz. Extraño, no había nadie con ella, vivía sola desde hace mucho. La soledad y el silencio eran sus mejores y más fieles compañeros. Ignoró la voz, volvió a cerrar los ojos. Reinició su intento de "acabar" con su sufrimiento.
- No te preocupes, preciosa, estoy aquí - volvió a escucharse la grave voz. Esta vez sí comprendió lo que decía. Ella abrió los ojos, inexplicablemente se sintió más tranquila pero no iba a desistir. Podía ser su imaginación jugándole una mala pasada para prolongar su martirio.
- Aléjate de la ventana - de nuevo la voz con tono calmado, su timbre era tan agradable que ella desistió por un momento -. Vuelve a dormir. Estarás a salvo del dolor, de la verdad y de la libertad de decidir... - la voz se acercaba, ella aun sin voltear. Aunque la voz la tranquilizaba, un inexplicable temor comenzaba a subir por sus pies - ... Y a salvo de los demás demonios venenosos, veras que a ellos no les importas un carajo, pero a mí sí.
Inmediatamente la piel se le erizó, no sabía qué hacer, saltar o entregarse a los brazos de aquella agradable y comprensiva voz. Aunque su mente la alertaba con preguntas lógicas: ¿quién es? ¿Cómo entró? ¿Por qué justo ahora? Su corazón necesitado de afecto y atención ignoraba la última soga de la razón. La luz de la Luna comenzó a filtrarse. Iluminaron las manos de la sombría y enigmática presencia. Manos pálidas con dedos largos y huesudos. La muchacha aún sin poder acumular el valor suficiente para salir de esa encrucijada final. A cada segundo, cada aliento que ella exhalaba, las manos sombrías se acercaban más y más para tomarla por sus hombros. Comenzaron a escucharse susurros, gritos apagados como si vinieran de otro lugar. Sonidos parecidos a tambores acabaron con el último rastro del amigable silencio. "un cuerpo más" se distinguía de los repetitivos susurros al compás de los golpes del tambor. Los susurros comenzaron a escucharse más claros. Los gritos de dolor, de agonía, de desesperación se sentían más cercanos. La habitación había sido abandonada por el silencio y la soledad dando paso a una inexplicable muchedumbre gimiendo, gritando, aullando, llorando. Sus fieles compañeros la habían traicionado.